PRAXEDES TARTALADO

Práxedes Manuel Hermenegildo Tartalado y Díaz de Santosflejes-Darmgashausen (Villapardejo de Tronchales, 23 de Agosto de 1943), conocido generalmente como Práxedes Tartalado, nace en el seno de una familia acomodada dedicada al comercio de ungüentos hemorroidales de dudosa eficacia y disfruta de una infancia feliz rodeado de todas las comodidades a las que un niño nacido en la posguerra pudiera aspirar.

Pronto se traslada a Madrid, donde recibe una esmerada instrucción en los más prestigiosos centros de enseñanza de la capital y de la que, tristemente, no obtiene ningún provecho. No obstante, esto le permite compartir pupitre con una selecta caterva de gaznápiros "hijos de papá" que, si bien le sustraen sistemáticamente el bocadillo, crean para el joven Práxedes un animado entorno social compuesto por lo más execrable de las progenies procedentes de familias ilustres y de reconocido abolengo. Entre sus amistades se encuentran los hijos de diversos ministros del franquismo, de pósperos y adinerados empresarios y de militares de alta graduación cercanos a la Jefatura del Estado, lo que a la postre no le vale absolutamente para nada.

Sin embargo, el joven Práxedes descubre que ha sido singularmente bendecido con el don de emprender cualquier tarea con eficacia, acierto y rapidez: sustituye bombas sumergibles de presión, traduce textos jurídicos del uzbeko, interpreta piezas de Paganini sin fallar una sola nota, desarrolla análisis de inversión y planes de marketing a corto, medio y largo plazo, e incluso llega a dar de baja líneas telefónicas de Vodafone con soltura.

Imbuido de una firme confianza en su propia capacidad, Práxedes acomete ciertas iniciativas empresariales basadas en la rectitud, el trato justo a sus empleados, el escrupuloso pago de impuestos y una estricta honestidad en su conducta, lo que le lleva a un descalabro económico que le garantiza una insalvable indigencia hasta más allá de las expectativas de vida que consideramos razonables en este nuevo siglo XXI.

Práxedes Tartalado, ahora dedicado a la recogida de chatarra, abraza su ruinosa senectud con tanta resignación como sentido del humor, puntos angulares en los que se apoya para adentrarse en una interesante etapa de creación literaria. En ella, elementos tales como la basura, la miseria, el chabolismo, las mucosidades sanguinolentas y la marginalidad se combinan recreando un chispeante universo distópico en el que prevalece la épica de lo insalubre como referente fundamental.

Comentarios