TONGA, RESONANCIAS DEL PACÍFICO


¡Tonga...! Magnífico topónimo de sonoridad retronasal, que trae a nuestra mente la refrescante imagen de playas de arena clara, aguas cristalinas que centellean bajo el brillo de un sol resplandeciente y el bisbiseo de las hojas de palmera que se acarician entre sí al al ritmo cadencioso la cálida brisa tropical. Sin embargo, lo mejor que nos ofrece ese lejano paraíso es, en realidad, su propio nombre: Tonga.

«Tonga» es una de las palabras que cualquier persona con un mínimo de sensibilidad gusta de pronunciar. De hecho, es una de mis palabras favoritas y, tal vez, la que más satisfacciones me produce cuando tengo la ocasión de articularla en voz alta. «Tonga...». La pronuncio despacio, dejando que la lengua quede retenida sin apremio sobre el velo del paladar al hacer sonar la ene, disfrutando de su carácter nasal y retrasando la llegada de la oclusión inevitable de la ge, que nos catapulta graciosamente hacia la a, vocal que, a su vez, resuelve en un satisfactorio final en el que quedaremos con la boca ligeramente entreabierta, denotando un sereno y contenido regocijo. Pruébelo usted; diga «Tonga».

La palabra «Tonga», muy por encima de su utilidad como mero indicador geográfico, se creó para ser disfrutada, saboreada, y pronunciada con la máxima delectación. Usarla con rapidez y despreocupación, como de pasada, es un imperdonable sacrilegio fonético. Es comparable a degustar caviar dentro de un bocadillo de calamares, o a hacer el amor sin soltar las bolsas del Mercadona. No deje pasar la ocasión de pronunciar «Tonga» y déjese invadir por un purificador torrente de endorfinas que colmarán de dicha su existencia y le aproximarán a un gozoso estado de plenitud y realización personal.

Para aquellos no iniciados en la pronunciación correcta del término, a continuación describo una saludable rutina que le pondrá, si la ejercita con el debido cuidado, en condiciones de aprovechar los beneficios indiscutibles de desenvolverse con soltura en el placer de decir «Tonga»:

1.- Nos ponemos de pie, separamos los pies unos treinta o cuarenta centímetros y flexionamos ligeramente las piernas.

2.- Con los brazos relajados, sacudimos unos segundos las manos para liberar posibles tensiones.

3.- Hacemos girar la cabeza en círculos para eliminar la rigidez del cuello.

4.- Tomamos aire con el diafragma e iniciamos la pronunciación con la cabeza algo baja para favorecer la resonancia de la o inicial:

Toooonnnnnnnnnnga...

Adelante, inténtelo usted también. Diga «Toooonnnnnga»... Así, muy bien, proyectando, con profundidad.

Si durante la fase velo-palatal de la ene percibe un leve pero continuo flujo de aire a través de su nariz y la resonancia le produce un cierto cosquilleo, lo está usted haciendo bien. A través de la práctica, llegará pronto a la conclusión de que la satisfacción que le produce pronunciar adecuadamente la palabra «Tonga» es muy superior a la que nos puede aportar una visita turística a este alejadísimo archipiélago y nos ahorra las molestias derivadas del desplazamiento hasta una localización tan remota.

Llegado este punto, espero contar con la comprensión de los muchos avezados lectores que se habrán dado cuenta de que nunca he estado en latitudes tan alejadas y que entenderán que tuve que aceptar lo de escribir el blog de viajes porque necesitaba con urgencia el anticipo de cincuenta euros que se me ofreció.

Hace tiempo que sueño con permitirme unas vacaciones en las idílicas islas del Océano Pacífico, pero en realidad, el lugar más apartado al que he llegado en mi vida ha sido Sabiñánigo, para el entierro de mi tía Consuelo. Ella comprendía muy bien mi inclinación innata a disfrutar de los aspectos fónicos de la palabra «Tonga» y siempre me decía: «si su sonido te llama, no lo dudes: ve hasta él», aunque a mi difunta tía la palabra que le gustaba pronunciar con deleite era «tumba».

Espero que les haya gustado esta aproximación, algo personal, a las delicias que nos ofrece este sugerente destino y no se pierdan mi próxima entrada: Un paseo por la República Srpska (Bosnia-Herzegovina) sin perder mucho esmalte dental.


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