DIFÍCIL DE ATRAPAR
La trampa, elaborada meticulosamente, no podía fallar. Sin embargo, cuando el veterano policía entró batiendo con la vista el perímetro de la habitación, comprobó abatido que su objetivo había escapado.
—¡Rata
asquerosa…! —masculló con rabia.
—Debería
ver esto, inspector.
Ambos
de agacharon en el centro de la habitación y Carrizosa compuso una mueca de
dolor, como si el crujido de las rodillas de su superior, ya en cuclillas, le hubiera
dolido a él. Examinaron un pequeño objeto situado exactamente en el centro de
la estancia. El inspector sostuvo sus delgadas gafas de ver de cerca. Al poco, se las quitó y se dio
algunos golpecitos con ellas sobre la rodilla antes de incorporarse.
—No le
falta osadía, desde luego —concluyó Carrizosa—. ¿Qué hacemos, inspector?
—De
momento, tráigame otro trocito de queso, a ver.
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