ENTREVISTA A JACOB ZECKADO

Jacob Zeckado: «Suelo criticar a quienes escriben frases anfibológicas con frecuencia»




Erica Vezonna entrevista a la nueva figura de la narración Jacob Zeckado, ampliamente conocido en nultitud de antros y prostíbulos de Berlín en los que mantiene exorbitantes deudas sin pagar.

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Jacob nos recibe en pantuflas y luciendo un elegante batín de seda en su lujosa residencia de verano de la isla de Ibiza. Tras una inacabable sucesión de cristaleras, el azul del Mediterráneo pitiuso se hace protagonista en este idílico refugio de mármol blanco y muebles de Philippe Stark. Selectas piezas de decoración de gran valor, muchas de ellas robadas, nos recuerdan en silencio que la necesidad de sustento no ocupa espacio en el brillante y lúcido cerebro de nuestro admirado literato.

Hay quien considera su narrativa como un torrente embravecido de ideas cristalinas, o como fuente impetuosa que asperja una fina lluvia de lúcidas reflexiones en la que nos dejamos empapar y...

—Voy a hacer pis, ahora vengo —interrumpe. Pasados unos minutos, Jacob regresa contorsionándose hacia detrás mientas se rasca una nalga. —No sé muy bien qué me preguntaba...

Bueno, da igual. ¿Cómo se consigue, sin publicar ni una sola línea, acceder a una fortuna en bienes y saldos bancarios como la que posee?

—Una mañana, desnudo frente al espejo, observé mis manos y mis pies y me dije; «Jacob, tendrías que cortarte las uñas, aunque sea de vez en cuando». En realidad, todo es una cuestión de enfoque, de plantarte ante ti mismo y visualizar que tu sueño está ahí, ante ti, mirándote a los ojos, esperando ver qué vas a hacer para cogerlo. El narcotráfico y el blanqueo de capitales hicieron el resto.

Usted ha escrito: «eso que todos llevamos en nuestro interior, cuando tratas de expresarlo o pasas al váter, apesta».

—No recuerdo haber escrito tal cosa. Además, como ya sabe, jamás he publicado nada…

Estaba anotado en una libreta que se dejó usted el martes pasado en mi apartamento en lugar de doscientos euros, que era lo que habíamos acordado.

—Ah, bien. Supongo que cada persona es diferente, y no es sino en esas diferencias donde radica su singularidad.

¿Se siente inclinado a considerar una posible regresión hacia una visión singularista de la expresión literaria menos centrada en la búsqueda de convergencias con elementos teóricos polisistemáticos?

—Bueno, eso depende de lo que entienda usted por “displótasis”.

En determinados ambientes literarios se habla, con cierta preocupación, de la muerte en extrañas circunstancias de algunos autores galardonados en los mismos certámenes a los que usted, sin tanto éxito, presenta sus trabajos.

—Siempre hay rumores, tonterías, gente que imagina cosas… Todo esto viene, probablemente, por una simpática anécdota que sucedió cuando yo era más joven: optaba a un premio de investigación con un acertado ensayo que se llamaba «Endogamia en ungulados bajo condiciones de poca cobertura 4G» y que, sorprendentemente, no resultó ganador. Aquello no me sentó bien y cuando me crucé en el pasillo con el presidente del jurado no pude evitar romperle la nariz de un cabezazo. Luego le arrebaté la estatuilla que portaba para entregársela al ganador y se la introduje por el recto mientras le sujetaba de la corbata. No sé en qué estaba pensando, la verdad, pero supongo que son cosas de la juventud...

¿Espera ser considerado un autor inmortal?

—Espero lo contrario, porque el calificativo de “autor inmortal” siempre viene seguido del nombre de un tipo que está muerto.

¿Teme a la muerte?

—En realidad, no. Tengo la certeza que la muerte conduce a la nada, y precisamente por eso estoy tranquilo. Sólo se teme a lo que no se conoce y es en la duda, en la incertidumbre, donde se atrincheran nuestros miedos. Los creyentes, aun instalados en la certeza de que existe un “más allá”, no saben si en cualquier momento puede aparecer en su paraíso Belén Esteban dando gritos con esa insoportable voz de verdulera; ignoran si se puede pedir traslado al averno, o cómo va a estar aquello organizado.

¿Algún consejo para los jóvenes que empiezan?

—A los jóvenes que empiezan les diría que acaben, que no pierdan más el tiempo, salvo que ya sean famosos por alguna otra razón. Las editoriales reciben con alborozo un zurullo narrativo firmado por cualquier furcia poligonera que salga en los programas de Telecinco mientras desdeñan, sin pudor, los trabajos de inestimable calidad literaria que yo mismo, por ejemplo, les presento.

Nos despedimos de Jacob, nuestra venerada fuente de creación literaria, y él nos saluda con la mano, sonriente, desde el umbral de la inmensa puerta medieval que da acceso a su suntuosa morada. Sin duda, ignora que, mientras pasaba al cuarto de baño, he metido en mi bolso una valiosa pieza de marfil que decoraba la mesita baja del salón.




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